Proceso

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Entré en la habitación y me encontré con que un tío se estaba tirando apasionadamente a mi mujer. Metía y sacaba sin tregua su gorda polla en el coño depilado y rezumante de Helena. El tío por su parte soltaba sonoros resoplidos cada vez que hundía su vergota a fondo en el chocho de mi mujer. Así, a primera vista, parecían disfrutar sin límites. El tío tardó unos segundos en darse cuenta de la situación. Con la polla cimbreando, dio un salto como un resorte, hasta el lado puesto de la cama al que estaba yo. Es mi marido —le informó ella—. Tranquilo —insistió—. No pasa nada.

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No una ni dos sino cuatro pollas bien cargadas

Entonces me acordé del trato que hicimos mi mujer y yo cuando volvíamos de aquella noche loca que fuimos de boda. Desde entonces cada tiempo que hacemos el amor nos inventamos algo nuevo. Cogí la indirecta y empecé a prepararlo todo, hice unas llamadas de confianza, cenamos y después de la cena llegó Yoli. Cuando los cuerpos estaban calientes por el Oporto, sonó el timbre de la puerta. Fui a abrir y gala al saló un invitado inesperado para ellas. Mi mujer y su madre se quedaron con la boca abierta mirando. El invitado era un arrapiezo de unos 20 años atlético y fuerte, bien parecido y con aspecto juvenil, muy moreno con el bigote rizado engominado. Lo presenté, se llamaba José, lo hice sentar al lado de mi cuñada. Mientras tanto el joven muchacho seguía bombeando el ano de mi mujer, mientras ella se masturbaba con las dos manos, al cabo de unos minutos levantó su cuerpo sin despegarse, con el nabo clavado pegando la espalda al busto del muchacho, fundidos en un aceptación, empezó a dar gemidos diciendo Me corro,

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